
Pegado a mi como una sombra sin forma,
no más que un tembloroso borrón
con fuerza sólo para no evaporarse
cuando llega la noche.
Pegado a mi como sábana al lecho,
lienzo estrellado de manchas
enmarcado a duras penas
por la impotente vulgaridad.
Una estructura casi erguida
sumergida en el temor
del pobre impulso aterido
de vencimientos ajenos.
Pegado a mi como la fiebre a la piel,
la rama al aire salvaje,
como un lobo a sus colmillos,
como el sudor a la sien.
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