Sugiero
atravesar volando
la
rendija más cercana,
acudir
a la llamada de la selva que aún es selva,
no
acercarse a los que temen lo mejor que da la vida,
viajar
por lo vacío de la tela de una araña,
dejar
paso a lo contrario de lo despreciable,
tomar
en brazos la calle,
triste
y debilitada,
acunando
esquinas y recodos
ocultos
de las cámaras.
Sugiero
que ha llegado el día
del
nunca más.