El silencio baila la danza de los locos.
Un brillo,
un principio de algo,
se desnuda y vuela sin alas
besando el calcio de mis huesos,
que buscan salir del núcleo y crecer
sin las leyes de la ciencia.
Lo posible escapó hace tiempo,
ahora es potencia
marcando el paso de los siglos,
un fermento en el gris verdoso de la piedra.
La risa de un cuervo abre la puerta
y entro en el vertical mundo de un ojo negro oliva.
Se descubre el cielo,
una fina lluvia abraza al eje de la tierra:
el camino a casa me ha encontrado
cuando miraba una pequeña flor
de cuatro pétalos.