Nos
van a implantar un chip en el cerebro,
puesto
que,
a
pesar de los esfuerzos
del
Sistema de Salud Totalitario,
aún
hay quien duda.
Ya
no estaremos tristes
al
ver un árbol con un tiro en la nuca,
no habrá gritos de angustia en la pesadilla,
no
habrá pesadillas ni sueños
con
llamas en el tejado de la cárcel,
negaremos
el odio y su contrario,
todo
será distinto,
más
limpio,
más
seguro el paso hacia una tumba
a la que iremos tan sanos
como
una manzana podrida.
Recicladores del espanto
de
no saber reír hasta las lágrimas.
“Ponte
la mascarilla”, nos dirán,
y
no habrá nadie que se oponga
a
tan feliz acontecimiento,
porque
será por nuestro bien
y
sólo para siempre.