Los ojos del gato no mienten
cuando sus pupilas miran
como hojas de puñal sin filo
mordiendo la bruma que atenaza:
cuentan lo que se esconde
en esas horas sin alma
que pasan como relámpagos
brisa gris sin milagros.
Los ojos del gato asombran
cuando dicen que el reproche,
nutrido por los silencios,
se escarcha enroscado, hiriente
como invierno que se ampara sin permiso,
heladas flores, vida breve,
frío en manos temblorosas,
tiempo de duda rancia.
Los ojos del gato predicen
porque su luz ilumina el principio de la siega
en un fondo de lago inerte
con implacable cartel que anuncia
la llegada del derribo,
el tiempo limitado de la extrañeza extraña,
el espacio de lo absurdo,
el filo de la guadaña.
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