Retumba el silencio en los rincones redondos
hechos de ramas un día
en que el sol
marchita charcos,
colores pardos
en lienzos con olores a caricias.
Al cimbrear el aire los cables aledaños al promontorio
de piedras, responde una música
desde la torre más alta,
pintada de aluminio,
y el gigante arquea sus brazos hacia arriba.
Nota evidentemente perfecta sobre éter
santificado que suena a cristal fino,
éxtasis de luz en boca de niebla,
trote de libélulas sobre tierra templada,
inesperada irreverencia compartida.
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