Me remito al sonido para comprender la luz
que desprende una brizna de hierba
besada por el agua que escapa del pantano.
Fibras verdes con rostro humanizado
amenizan las tardes de los montes,
amenizan las tardes de los montes,
que huelen a romero, a miel de brezo
y a satenes blancos.
Igual ahora que entonces, cuando hay alguien
que recuerda que es la hora de mirar al cielo
para descubrir el futuro exacto,
los niños salen de sus cuevas resucitando
de entre lo que parecía muerto y resumen
lo que existe con el fluír de sus cantos.
Vida verde peregrina revitalizando voces,
apaciguados ecos, oraciones milagrosas
resonando en las colinas.
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