Las venas de mi cuerpo crecen,
se ensanchan por el calor de mis creencias,
surgen como trenzas locas de la loca Helena,
son tubos de cristal refractario de la ciencia indemne,
de la ciencia escondida y protegida
por el calor del sol que no se mueve.
La sangre recorre vías, arterias vivas,
los caminos sin nombre de la experiencia
sin límites que manejan y remueven
directrices poseídas por esencia de salvia
de los hongos planetarios que caminan.
Suculento festín para sanguijuelas de fibra
óptica en las redes paranoicas
del apocalipsis falso, amenaza velada
en orillas de cables en donde el colibrí
vuela sin moverse para no morir de risa.
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