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Calle de la Fe, Lavapiés, Madrid |
Si fuera posible sondear el misterio
de tu voz rota por mil abriles;
adivinar qué opina el destello del tiempo
de tu rostro;
hacer filigranas trenzadas en los ojos
de Isabel, que amaba. Aunque fuesen las calles de dolor,
miraba erguida y de frente.
Si fuera posible, me dirías lo de siempre:
que me parezco a ella, que mi risa te recuerda
su campanilla vibrando por el aire de la vida,
que su sonrisa era ancha, interminable,
perennemente escrita en ese rostro de luna
que una vez paladeaste
bajo el rugir de las bombas asesinas.
Si fuera posible, te diría que te busco
en cada pupila que encuentro, por si acaso
lo casual hiciera real el acceso a tu mundo
de aventuras con la muerte siempre cerca
y el amor en las entrañas de tu idea,
esa niña hecha toda de líquido elemento.
Si fuera posible, Miguel, te diría que paseo
por tu calle a la espera de una sombra escondida;
esperanza
que nunca abandona a sus hijos predilectos,
seres específicamente creados para surgir
de cada patada a los charcos,
de cada amor enardecido,
de cada cerebro pensante,
de cada mirada preguntando al cielo.
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