Ahora está con los ojos abiertos.
Dice que tiene hambre,
hace mil días que quiere comer
las espinas de un cactus
de interminables aristas.
Perforando la garganta
para que salga el aire acomodado
sin permiso en la faringe,
el haz de músculos que forman la lengua
recorrerá mil años luz
en un micro de pestaña.
El orbicular
rodeará
el sonido
del abismo
y entonces
llegará
la calma.
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