Invierno chico y apenas tiritando,
hielo blando resumido en las verdes barbas de la tierra.
Descifrar las estaciones no es tarea para quien piense
que todos los veranos queman con idéntico arte.
Tampoco las hojas caen del árbol con el mismo paso peso marcas en las venas,
ya sin savia que ascienda a sus corazones.
Una primavera llega lenta,
otra vuela sobre el tiempo, sin vergüenza de la vida.
Este frío, breve de piernas largas,
no amenaza con los truenos ni derriba muros de un soplido,
es cálido de alma,
amable con las hormigas,
dulce con el pájaro de fuego de la sangre.
Tiene piel melocotón y bronce,
este invierno pequeñito.
Me acerca el aroma de un mar congelado,
y se ríe.