Se asombra con una velocidad que no esconde
detrás de la rosa en la solapa de su abrigo distraído.
Navega sobre un rayo de neones si la calle se estremece en lágrimas,
si le brilla la frente a la acera cuando las soledades besan las farolas;
si al mirar hacia arriba se disuelven rascacielos en partículas lácteas
y sus antenas parecen hilos despeinados.
O cuando rompen aguas las cloacas y las fuentes míticas.
Observa el asfalto como si fuera un árbol abatido,
sin hojas que pueda mover el aire. Ni siquiera nidos secos.
Huele el humo de los coches preguntándose por qué quema el plástico,
deshace un reflejo en el cristal convirtiéndolo en oxígeno,
pinta soles en semáforos,
toca con un dedo descreído la piel de un tren que viaja bajo el suelo
y ve ángeles de Murillo
en anuncios de compra-venta.
Después le parece que todo lo olvida.
2 comentarios:
Es que a lo mejor, también el olvido está detrás ... y detrás del frío un fuego bajo por allí, seguro que sí. Esto último es un guiño, con el izquierdo.
Saludos!!
Procuro que el fuego no falte, que por aquí los inviernos son muy fríos. El olvido, qué dulce droga.
Guiños y abrazos, Benja.
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