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Pintura. Lluvia. Gonzalo Espinosa |
Llueve,
y el agua canta muerte
con lágrimas ácidas en la estación perdida.
De frente mojan sus gotas,
avalancha idealmente organizada
en gaseosos estratos, móviles estructuras
tan frágiles como plumón de polluelo.
Sugiere el color del cielo un temblor
de pesadilla, una reunión de espectros
planeando desde arriba el estallido perfecto
que acompaña al fulgor del rayo.
Llueve,
y el agua desciende en cortinas de plata
para lavar el rostro demacrado
de un suelo vestido de gris,
carbón y hongos en su pelo,
ensayando el efímero arte
de saber morir
para que otros nazcan a tiempo.
Ciclo perfecto, si no fuera por la mutación
extraña de una especie que sueña
con no entregar su cuerpo
al humus acogedor
que nos promete la tierra.
3 comentarios:
Morir para revivir...¿Podría ser una entelequia?...Agua purificadora en el polo opuesto del bautismal. Muerte-Nacimiento.
Me acabo de colocar un impermeable para degustar tu poemazo y al mismo tiempo no mutarme con su contaminación-purificadora.
Un abrazo
Por cierto que se me olvidaba decirte...que últimamente llueve mucho por aquí, menudo mes de febrero de agua-nieve-frío. Un trifásico helador.
El de arriba hacia tu oriente
Pues supongo que eres el doc con más salero del norte entero ('y todo lo que decía le salía con rima').
Creí que te habías confinado en el pozo más oscuro, pero veo con alegría que de vez en cuando sales para tomar el sol, que ahora hace muy buen tiempo, que yo lo sé.
Lo de morir para revivir no deja de ser un trabajo perdido, creo yo, pero así están las cosas, brujo, que no me las invento.
Un besazo dominguero, estimado poeta.
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