Démonos
a las estrellas,
no
se debe conformar nadie con menos.
Las
líneas de sus manos son caminos,
conocen
todas las preguntas
que no tienen respuesta.
Y
a los caudales sin cauce,
a
las drogas más antiguas,
a
las noches malqueridas
por despertadores oficiales
-no
al abandono de los sueños-,
que
nunca levantan el puño para hacer temblar la tierra.
Mutaremos
en especies protectoras
de encontrados paraísos,
nadie hará de un fruto dulce
cruces,
látigos o espinas.
Despleguemos
alas de cristales:
veremos el mundo en nuestro reflejo.
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