Cierran
los ojos los soles del laberinto.
El
río se dora para hacer su cama en los árboles eléctricos,
suspendidos
de una cuerda en la física promesa
del
rayo último a
quienes
saben de la noche.
Aceros
de rama estremecida por la mayoría del silencio,
persiguen
los soles las sombras
y
van hacia el abismo
y
lo miran
y
se alejan,
elevando
las solapas hacia dentro de su mundo,
porque no saben qué está pasando.
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