Después
de arrancarnos las plumas
(una
a una, eso hay que explicarlo,
para
que fuese un dolor llevadero),
y
de partirnos las alas
con
un sorprendente movimiento de muñeca,
no
esperes oír cantos de pájaros
cerca
del huerto, sólo vendrá el cuervo
a
callar lo que tú ya sabes,
una
presencia sin cuerpo te dirá que sólo es aire,
y
nunca más dormirás
con la ventana abierta.
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