No sé si hablo su idioma, pero le cuento a la hierba
que me apena el color amarillo de su traje,
porque podría ser verde, si tuviera un poco más de agua.
Un galgo vuela sobre el diámetro de la concepción inmaculada
y mea sobre su manto imitador de terciopelo; luego escapa
-buscando tiendas de nadie con resurrecciones chinas en deneís muertos-,
antes de ser ahorcado por algún descendiente de Pascual Duarte.
La hierba me dijo,
sin saber mi lengua,
que a este parque le gustan los galgos;
que los matan por lo que sale de sus ojos,
cuando miran.
Que tuviera cuidado
con a quién miraba.
2 comentarios:
La metáfora final es FANTASTICA !!!! me ha encantado.
Eso es lo que creo que he aprendido últimamente, Anita. No se puede mirar a cualquiera.
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