La herida es un candado herrumbroso
mirando por el cristal de la ventana.
Una gota enroscada sobre su ombligo
durmiendo la siesta del verano
o que se espanta,
luminosa como escama de pescado,
si la noche de la escarcha no acompaña
su paso con un abrigo.
Carne sin piel, desfile ingenuo
sobre pasarela en mataderos,
sutil de nacimiento y directa por omisión,
tierna o endurecida, según el aire
traiga humedades vírgenes o mares
con forma de olas de rosas del desierto.
La herida es la prueba, el móvil y el desatino.
La herida es el tatuaje taleguero
que algunos quieren esconder
sin conseguirlo.
4 comentarios:
Pues es tan bonita esta herida que casi apetece dejarse herir...
La herida siempre aparece. Mejor esperarla y darle la bienvenida, tienes razón, Ana.
No sirve esconderlas porque supuran, o cicatrizan en falso y luego hay que volver a empezar.
Sana, sanita...
Mejor hoy que mañanita...
Hola, Ana, estarás morena, guapa y relajada, como si lo viera. Y mucho que me alegro.
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