Las hojas de un árbol no se esfuerzan en moverse con el viento,
pero yo pienso en crecer más allá de mi estatura,
en arrastrar conmigo el peso de los mundos
y no morir de la pena de pensarlos.
Y pierdo el tiempo añadiendo líquidos a los puentes,
aunque la llama no sepa que puede ser incendio ni al trigo le importe
si harán pan de su grano.
O simplemente silencio.
Protejo la noche dentro de mi carne con la espera helada;
alerta y fiera. Helada.
Con la espera que es un accidente,
desequilibrio en un sueño olvidado
cuando amanecen las horas,
una presencia por voluntad de lo que tiembla,
de lo que se mira multiplicándose.
El poder de un deseo
que no me olvida.
4 comentarios:
Todos somos geológicos sin darnos cuenta...Solo que algunos mientras esperamos hacemos y sentimos, para que cuando llegue la muerte nos encuentre vivos.
Te superas bruja. Es lógico
Algunos dejan huellas y otras las recogen, y no miro a nadie. Es geológico.
Muchas son las veces que tengo el deseo de ser árbol y sencillamente no oponer resistencia a la mañana, dejar que las hojas caigan y florezcan cuando tenga que ser.
Muchas son las veces que quiero hibernar, sentirme oso, sobre todo ahora que el frío arrecia, es que me encanta el sol, dicho sea de paso.
Muchas son las veces que busco mimetizarme con la naturaleza, pasar de largo, desaparecer... Pero luego vuelvo, por ejemplo aquí, y leo y sonrío y siento... y me gusta. Y te dejo más y más abrazos
:)
Eso es también para mí lo natural. Y sin embargo... qué raros somos los humanos, que a veces queremos crecer hasta las estrellas.
Un besazo, Ana.
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