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Fotografía de Lee Jeffries |
Decía, tras una mirada granate,
que la vida es hermosa,
pero tan extraña,
que nunca dejaría de volver la primavera.
Su rostro tenía líneas del color del esperpento
con matices de gato en callejón de minúscula salida,
casi el ojo de una aguja sin cabeza.
Caballero andante a muchos kilómetros del suelo en el reino de nadie,
habitación de techo frágil, ternura siempre de medio lado.
Dormía un sueño verde, sin pies en las alas ni camisa de fuerza.
Después se mezclaba,
de una sacudida, con un cuerpo raído,
esperando el final
de todos los comienzos.