"-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante."
(Jaime Gil de Biedma)
"Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde",
maldecido el poeta por quererla naturalmente curva.
Es seria; tanto, que de ella hay que reírse hasta que no acuda
la respiración del mínimo instante,
casi mudo para no molestar al que duerme
el sueño occidental desencantado.
Seriamente seria:
cuando ignora prados con ojos diamantes
sobre alfombras raíces a los pies de los océanos;
si no conoce lenguajes fractales, o predicados de oro en noches
que iluminan lo que nacería, en caso de concebirse
dentro de su ombligo inmenso y akásico.
Seria, al reírse de sudores neuronales sobre asfaltos y desiertos,
de las primeras notas con latidos a las que pondremos nombre.
Que sea bello, en nombre de la idea.
Leía esos versos de Gil de Biedma a diario, saliendo de una estación de metro que llaman Universitaria; tan joven, que la muerte importaba demasiado, y allí estaban ellos con su bálsamo: gocemos ahora, que aún hay tiempo.
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