No sé si funciona el timbre,
decía una polilla, que aún era gusano,
a la piel de una serpiente sin el cuerpo
de la serpiente.
Esa duda rebotó sobre la cabeza de la idea de un tejado
que estaba imaginando el instante definitivo,
el que define una cuestión sin contemplaciones
especulativas.
Valiéndose de la mano, un onanista opina que su karma
es el peor de todos los antagónicos del alcohol,
una especie de alopecia insípida dentro de una boca
sin papilas que den la alarma antes de que ocurra
el siniestro organizado por proteínas con banda de Miss Transgénica
desfilando sobre espigas de algún sembrado por alguien.
El gato dejó la sonrisa colgada del árbol, de cualquier manera,
y el conejo acababa concluyendo que el reloj que no latía
había vuelto loco a todo el mundo.
4 comentarios:
Geniallllllll Alicia en los laberitos de la mente, es fantástico este poema, no tiene desperdicio!!!, y la foto se funde con el texto. Guauuuuuu
me ha encantado.
Besoooossss
Es que se me había duplicado.... perdón, debió de ser la emoción
Me río con tu entusiasmo duplicado, Ana. Gracias, agárrate, que vienen curvas jejeee
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