Va a ser que te sometes a la rutina que cuelga
de aquella escarpia clavada en el centro del ladrillo.
A lo que te promete vacuna contra sobresaltos,
lo que quiere poner bridas al silbo de todos los aires,
lo que hiede, lo que asusta, lo que aturde y momifica.
Piensa que ya no verías el amanecer por mi ventana,
ésa que esconde tantas miserias como estandartes.
Hadas no tengo, se me terminaron. Pero aún existe la cueva
de las vertiras... mendades... verdades... mentiras...
la que amplifica el fulgor de las palabras en caótica danza.
No son normas, las necesarias.
Quizá con dignidad sería suficiente.
6 comentarios:
El tema del estancamiento físico y mental por un déficit de amor propio, muchas veces he pensado que tiene un punto de genética. Dos disyuntivas: Quedarse en su cueva y ahi me las den todas o salir y abrir otras ventanas y aunque también te la pongan tiesa, tirar p´alante como el pasadoble, aunque demos pasos p´atrás.
Be so
Nos vamos acostumbrando a tu lenguaje, Susi, a esa lucha por mantener apartados los lugares comunes. No sé si vertiras es un juego de palabras o un neologismo. El poema es bueno, Susi, como siempre no nos deja indiferentes. ¿Estás segura de que se terminaron las hadas?
Estoy por asegurar, brujo, que tú harías lo segundo. Yo también.
Pero hay gente que se estanca en el pasado, que no quiere ver que las antiguas morales murieron en su propio vómito.
Un abrazo, doc.
Es un juego de palabras, Efe, pero a este paso va a ser una nueva: aquella que define la mentira cotidiana, absurda, insistente...
No, amigo poeta. Las hadas siguen existiendo. Ahí me refiero a las que se toman por hadas y no son más que un grano en el culo.
Me gustan mis hadas, tus hadas...
Besote.
Susi
y es que a veces no queremos salir de esa cueva y nutrirnos de todo lo que hay fuera que nos permite crecer
he disfrutado de leerte
Cariños
Ana
Efectivamente, Ana.
A veces el miedo a lo de fuera no nos deja salir de los moldes.
Abrazos hasta tu hermosa tierra.
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