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Allen Ginsberg, tras leer las críticas oficiales a su poema Aullido:
"La poesía ha sido atacada por un aterrorizado hatajo de ignorantes y pelmazos que no comprenden cómo se hace, y el problema con estos cretinos es que tampoco la reconocerían si se les apareciera en mitad de la calle y se los follara a plena luz del día."

Poemas de amor para los que nunca se fueron

SAVIA Y PIEDRA




Qué rápido secaron las gotas en los cristales...

Subir fue lo contrario de alcanzar la cumbre de la cuesta;

en esa meseta de metales, vidrio y fría piedra,

nació el significado de lo inmortal que fallece en un suspiro 

silenciado por el ruido del metro.

Se abren las puertas y entro en las fauces de lo extraño

que es a veces el camino que algún antepasado diseña para nosotros

desde el lejano mundo de lo prescindible.

Tengo que razonar,

apoyar mi espalda sobre el asiento sintiendo su dureza, 

la mirada desde abajo de la inmigrante sentada enfrente, 

justo haciéndome de espejo,

leer de reojo la novela que alguien abrió a mi izquierda,

capítulo en el que la chica llora...

...no quiero llorar...

No lloraré su recuerdo, porque es mío.

Se abren las puertas

y sale otra al abismo de la calle.

Alguien que sabe 

que la eternidad es, apenas, un aliento...









PÁRAMO ARDIENTE


Me lleva la sangre hacia tu pecho
si pienso en los colores que desgrana
ese rostro de mar adentro.
O en la tímida mirada que desde arriba 
encuentra en el fango el rictus
demacrado de una  débil sonrisa 
abanderando las miserables huestes,
erráticas y místicas,
de un dios nonato y silente.
Arrebol en las mejillas,
silencio en la habitación dorada,
caballos por venas anunciando en su
galope la respiración primera.
Y el vino rojo apacigua mis ansias celestes
sin desmerecer la llama de tu boca,
viento de páramo ardiente.







LA BUHARDILLA

Recuerdo la máquina blanda

y a Heidegger entregado,

una buhardilla a ras del cielo,

un amor nunca acabado.

Subir y bajar y subir escaleras,

una galleta de queso y semillas

y la vecina de abajo quejándose

veinticuatro horas por día,

Kerouac en el camino

con enanos holandeses,

Syd el punky en nuestra cama

matando a todos los reyes...


Aunque de eso  no hace tanto,

hoy  cumplo casi a diario,

mis vecinos no se quejan...

¿qué coño es lo que ha pasado...?







DESARMADOS Y VENCIDOS

Me moría por estar contigo,
mi chico.
Tu temblabas cuando me veías
intentando adivinar
qué color habría pintado
entre mi piel y la falda,
largo pelo negro, negra madrugada.

El tiempo jugaba en contra
apostando por el fin
envuelto en seda y miedo
al incendio del rastrojo.

Desarmados y vencidos
mi chico,
moría por no estar contigo.








TRAS DE LA PUERTA


Hay un montón de ropa tras de la puerta,

fotos, música, espejos,

jarrones rotos, cajas de colores,

pipas, colgantes y flores,

alfombras voladoras, cuentos,

deseos por estrenar,

estrafalarias pasiones,

encantamientos y estrellas

decepciones, el túnel del tiempo...


Llévate lo que quieras.

Todo está ya perdido,

anegado, sumergido

(pero te echaré tanto de menos

como el vapor al cielo...)








ACIAGOS DIOSES

Una broma,
sólo fue una broma del cosmos
lo que tanto nos unió,
una broma en la penumbra del cielo,
un entreacto entre seres,
entre vidas y distancias,
entre leyes e ineficaces potencias.
Sólo una broma entre aciagos dioses
que no saben reírse de otra forma.







CARMEN-CARMINIS

Rastros de carmín rayan el alba.
Carmen-carminis, un canto en la playa
de mi cama, en la orilla de mi almohada,
en la ventana entreabierta de amores
para que entre la mañana.

Carmen-carmín de soles y de amapolas, 
distancias cortas pegaditas a la cara
brillando en mi oído como caracolas
de un raro caparazón de vino noble
hecho de espuma y de nácar. 








EL LAGO

Cuando el mundo se derrumbó,
yo estaba contigo en el confín de la tierra
alumbrando (dando a luz) una estancia
de por vida en el pasillo del tiempo.

Fue por eso que no nos dimos cuenta
de que hubo una catástrofe en la otra acera
de la incierta orilla que divide el caos,
ellos allí, nosotros en el lago color cielo.

Cuando volvimos ya todo había acabado.
Había acabado todo... nada quedaba...
salvo el olor de los muertos.










CAMINITO

Caminito del cielo voy hacia tu casa

sonriendo a cada rostro 

que encuentro por la vereda,

saltando por las aceras, corriendo

por el betún de un duro suelo 

de repente dulcemente anaranjado.

Vuelo riéndome de todo un poco,

ajena a las penas que el viento cuenta

en cada esquina que doblo con prisa,

desencajada de la caja del abismo,

ahora cerrada a cal y canto del pájaro

que vuelve para erradicar el llanto.

Voy a tu casa, voy a tu encuentro,

y no hay nada que me apague

el deseo de tu cuello.






ANTES 

Antes no escribía poemas de amor.
Qué tontería es ésa de cantarle
a una mañana de despertares calientes,
de angustias en la senda de lo incierto,
de risas en el filo de la nada, de flores
marchitas, de quimeras y esperanzas
esperando que no pase el tiempo...

Ahora me derrito en hielo,
me colmo de esencias con olor a cielo,
comprendo la inocencia, te cuento lo que siento,
me derramo en feliz llanto cuando me tienes debajo,
te cabalgo como haría una potente valquiria...
y luego creo en lo que me dices con la ingenuidad
de una chiquilla que está loca por tus huesos.








ARGENTINO ERRANTE

Me cantaba tangos del viejo Gardel
en una escalera ruidosa de mi Rastro madrileño.
Él y su guitarra eran la misma persona,
una silueta enredada en músicas y escrituras
de praderas y de gauchos perdidos en un lamento.

Soñaba con su mar de plata 
cuando una luz en la noche anunciaba su claridad, 
si una larga avenida evocaba su grandeza, 
cuando el subsuelo del metro traía su profundidad.

Eran negros, muy negros sus ojos de ébano antiguo
rameados con la seda que llegó con un velero
desde la inquietante y milenaria China
porque quiso Marco Polo, el viajero errante.  

Un día de frío noviembre regresó a su mate, 
a sus orillas de metal de luna,
a sus calles henchidas de gloria, 
  a sus noches de malandros y de fugas...
Y yo en esta parte del mundo,
recordando su ternura.







QUIZÁ

Quizá no supe entender lo que te ocurría,

quizá no quise saber de tu locura,

quizá en esta hora estaríamos juntos

si hubiera vislumbrado la débil luz de tu luna.

Puede que ahora silbáramos al ocaso

en nuestra casa llena de amores,

puede que estuviéramos cantando al viento,

puede que sintiéramos los mismos viejos temores.

Quizá, puede, acaso, no sé..., me atraganto.

Ahora estoy en otro mundo,

lejos, tan lejos de los héroes de San Francisco, 

tan alejada de tu dulce canto...








VIEJO AMOR

Tenías más años, debiste haberlo sabido.
Con treinta menos que tú, 
era obligatorio conocer el plano de mi vida.
Si de otro volvía, no era por no quererte,
si no llegaba a tiempo, algo interesante habría
en el trayecto hacia casa.

No se puede tener un amor de veinte con cincuenta
como se tiene un gato castrado en el sillón de la entrada.
A menudo te recuerdo en blanco y negro.







VARONES
En un mundo de varones
que aniquilan las potencias femeninas,
mi existencia agradece las anchas espaldas
sobre las que asiento mis anhelos.

Puede que sea suerte, puede que yo la invente,
puede que sea un milagro recién escapado del cielo,
pero mis hombres me quieren, 
me animan a que camine, me cuidan en la distancia,
me apoyan con su presencia viva,
me aman por lo que soy, 
por lo que a veces prometo
sin tomarlo muy en serio, 
presienten su libertad en la mía
y saben que a todos los quiero.

Y yo les correspondo con mi amor
   desinteresado, cálido, eterno...