No sé si el deseo sirve para algo,
pero estoy segura de que,
sin el sueño
(rêve y sommeil),
no se puede vivir.
Y que saberse apátrida alivia,
como las lágrimas.
En el bar, los solitarios
vemos transcurrir el tiempo
a la espera de un desorden,
un espectáculo celeste,
un milagro que salga del verde
de las malas hierbas.
Y así pasamos el rato,
deseando no tener
pesadillas.
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