Miénteme
de frente,
me
gusta el brillo negro en tus pupilas,
si
piensan que lograron disuadirme de tener contigo
este
tipo de conversaciones.
Para
haberlo conseguido,
deberías
haber matado el deseo
de
que no me vaya de tu cama,
que
resbala por la interior curva y lateral del borde
verde
monte de esos ojos concentrados en el
rizo
rebelde del remolino, ¿ves? crece
como
en el trigo la levadura y ocupa todos los rincones
sin
más razones que porque lo quiere así.
Sabes
que soy feliz mirando cómo tejen sus telas las arañas,
que
me cuesta quitar la nieve que me aísla,
porque
vengo del trópico de virgo y me gusta
verla
deshacerse.
Pero
no olvido que tuviste en cuenta mis profecías,
es
lo mismo que quererme,
y
que una costumbre llamada muerte no es fácil que me obligue
a
expulsarte de mi vida.
Vete
cuando quieras, pero si me miras cuando duermo,
seguiré
pensando que tenemos pendientes de un hilo
cosas
muy extrañas,
ese
tipo de materia transformada
a
la que nunca quisimos ponerle nombre.
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