Nadie
sale de casa cuando el sol se da la vuelta
y
el aire agita muros y tejados:
está
cerca el monte del silencio.
Volaron
su carbón con dinamita,
desde
entonces le llaman corazón de alambre y no habla
con
seres animados a menos que contengan
círculos
abiertos en corrientes vagabundas,
de
ahí el vacío,
pero
le crecen escamas, sirena ácida,
si
hace el viento de esta noche:
“Aquí
sigo,
antes
moriréis vosotros que un átomo de mi cumbre”,
dice
su canto, y nadie sale de casa,
por
vergüenza.
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