Qué
nombre darías a la angustia que galopa del estómago hacia el
cuello,
al asco más que náusea;
a un mareo en los pulmones,
sin dolor pero dolientes,
que araña los ojos de un ciervo herido de
bala en pleno salto,
triste,
a un pico sin vuelo, a una mañana
vetusta en el país de Pascual Duarte,
agonía consagrada,
al luto constante porque
instituciones estúpidas dentro de las cabezas
de todos los alfileres.
Sin salida ante el
ejército que jura acabar
con fractales y medusas.
Me mira la cámara carnívora.
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