Me pides que me concentre en
detalles sin importancia
que viven
en calles comunes y corrientes.
Me confundes,
lo cotidiano está más cerca
de lo que esperamos.
No digas que ese momento en el que
vomitas
no es como cuando
aprietas los dientes
en una especie
de voluntad sin ganas
de ver la cara del sistema
nervioso simpático,
todos los días.
Si alguien me preguntase,
diría que nieva,
que el tráfico de monedas
sigue su curso estático,
que nunca llueve al sur de California,
que la luna es redonda si está llena,
o puede que siempre.
Pero a ti, diario,
no voy a contarte esas cosas.
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