A veces paseo dentro de sus límites.
Si me cruzo con alguien, no le importan
las manchas de mi falda o que no haya encontrado
el peine ese día,
no sé el motivo, pero sucede,
y me saluda con respeto pálido.
Allí yacen bicicletas,
viven muertas
-después de caer según disponen
fenómenos naturales causados por azar y desarrollo-,
en grotescas posturas de máquina
quieta para siempre,
aunque nunca no existe,
así que me pregunto
por qué ésa es ángulo ésa esbelta ésa guarda entre sus radios
restos de cuerpos sólidos celestes;
por qué la de allá sonríe y me observa con intensidad disimulada
por qué a la pequeña le interesa lo absoluto
por qué hace el óxido que todas posean la belleza terrible.
A veces paseo por un cementerio
como si mi nombre fuese Fanny Adams.
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