A
tus asuntos,
polilla,
no
voy a molestarte,
sigue
con esas labores
de
túneles y acantilados,
cada
cual, a su manera,
escapa
en un reloj de círculo
roto
sobre los números,
mi
respeto, ya lo sabes.
Además,
te
regalo mis cortinas,
puedes
bordar en ellas ojos de calavera
en
toda la extensión de la palabra
que
se mueve entre dos mundos y
hace
de cristales su vestido;
o,
simplemente,
déjame
mirar la luz
de
la que estás enamorada:
mi
mantel de girasoles,
por
ver de cerca tu instinto
de
casi mariposa.
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