#cookieChoiceInfo { display: none; }
Allen Ginsberg, tras leer las críticas oficiales a su poema Aullido:
"La poesía ha sido atacada por un aterrorizado hatajo de ignorantes y pelmazos que no comprenden cómo se hace, y el problema con estos cretinos es que tampoco la reconocerían si se les apareciera en mitad de la calle y se los follara a plena luz del día."

lunes, 27 de febrero de 2017

Esto no es un título


Estrategia de raíces cuando suben a la cima,

una escalera reversible de manzanas verdes

y mantas eléctricas

sobre mar gaseoso

de lobos ácidos.

Un desgaste radical oxigenado,

herrumbre por llorar de risa

o de salir a la calle,

maldición de las bacantes y una gracia

que otorga Walt Whitman.

Mutante el ingrediente bacteriano

supresor del pensamiento de los rostros,

camina de puntillas por su propia

columna vertebrada, aprendiz y brujo

dentro de un cuerpo

con muchos cerebros

que sienten.









domingo, 19 de febrero de 2017

Antídoto



Como si todo

cielo sin esperarlo

fuese luz en un

jarrón desde una tabla

rasa recibiendo el

blanco engarce

que nace

que escapa

de repente


Doble o nada

a que un millar

de líneas carbónicas

cavan en

la comisura de los

labios de una esquina

rubia de cobre a

1985º F

y su líquido


Y apuesto

mi desprestigio

a que todo sucede

en un aleteo

ingrávido de medidas

más o menos

queriendo rodar

sobre silencio

maleable














domingo, 12 de febrero de 2017

El pacto


A tus asuntos,

polilla,

no voy a molestarte,

sigue con esas labores

de túneles y acantilados,

cada cual, a su manera,

escapa en un reloj de círculo

roto sobre los números,

mi respeto, ya lo sabes.

Además,

te regalo mis cortinas,

puedes bordar en ellas ojos de calavera

en toda la extensión de la palabra

que se mueve entre dos mundos y

hace de cristales su vestido;

o, simplemente,

déjame mirar la luz

de la que estás enamorada:

mi mantel de girasoles,

por ver de cerca tu instinto

de casi mariposa.












domingo, 5 de febrero de 2017

Yo no hablo con los muertos


Yo no hablo con los muertos,

son tantos,

que mi voz se asusta 

no sale y por eso

no escucho de ellos

más que sílabas remotas

orgánicamente dispuestas a decir nada

de la forma más confusa posible.

Sin embargo, en la noche de todos los difuntos

se entiende con claridad meridiana

lo que cuenta al unísono esa turba melancólica y

decadente que reluce como fósforo de cementerio

(un mitote, supongo,

terapia de grupo, catarsis,

qué sé yo cómo lo llamarán en su mundo),

se quejan del exilio,

pero sin ganas de discutir con el primer viviente

que se aparezca de anochecida,

no hay voluntad beligerante, cuestión de capital importancia,

si recordamos la mala fama que sobrellevan.

Me gustaría preguntarles algo que ronda mi entendimiento,

pero la sordera de los finados es 

de una calidad elíptica;

a veces creo que me ignoran

porque así lo disponen sus leyes desesperadas.