El
sueño era de trapo,
pie
desnudo de bailarina y espejo en un
planeta
desconocido.
Con
ojos de inocencia, la tierra prestó su vientre
y
un rayo bebió las copas dedicadas
a
sus hijos brillantes de materia.
Alguien
encontró unas venas, haciendo con ellas un olvido
que
no vería nadie.
Con
pasos ausentes entramos en la estación
de la calma.
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