No aparezcas en mis pesadillas,
ni en ellas te quiero ni en el último aliento
pronuncies mi nombre,
no estoy para quien que no me ha conocido.
En mis ojos veías el campo yermo que inunda
la eterna sombra de tu castigo.
En ese desierto, yo era sólo un pobre helecho
buscando raíces donde no estaban; no fuimos dos,
sino media y un cazador con trofeo en la cintura.
Fuerte tu ira, por mi potencia no plástico de vertedero
ni un error de nacimiento ni el hueso deforme de un brazo sin escapatoria.
Débil tu afán, por desearme serlo. Hoy habito mi guarida,
en este mundo de piedra observo tu estatura,
semejante a la del polvo bajo la alfombra.
Aquí vivo sin arrancarme la piel a tiras.
Ahora.
La poesía es el acceso a la comprensión del tiempo, su ritmo y su memoria actuando sobre las palabras de la lengua.
Su relación con el tiempo es lo que hace de ella el acercamiento más directo a la verdad de la vida. (Yves Bonnefoy)
Llevo los siglos entreabiertos en mis hombros/ Llevo todos los siglos y no caigo (Vicente Huidobro)
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