No tenías por qué venir con flores
en los bolsillos.
Hubieras visto la sombra
-naturalmente-
de alguien que defiende
(semilla amenazada)
su casa en la montaña izquierda del
norte,
cuando de lejos estallan
cráneos privilegiados de bohemios
inmortales.
Habrías sentido la ternura de la
noche,
si le brillan los ojos y el loco pinta
espirales de volcanes afilados.
Tendrías que haber traído una
historia bonita,
a pesar de todo, y
-naturalmente-
haber llegado importante.