La
tibieza es desencuentro con las líneas de las manos.
No
sabe arder ni ser escarcha en los cristales,
besar
hogueras de nieve o el rocío de los fuegos,
salir
de un equilibrio exactamente esclavo
en la mirada de otras
indiferencias.
Un
tremendo delirio de los números,
no
ser la música
que
envenena con la eficacia de un fármaco.