Los papeles movidos por el viento iban
de la mano de sus hombros. Acercarse a su rostro,
batir de alas en algún lugar lejano.
Mariposa del motivo.
De vez en cuando reía,
pero siempre componía tangos para perros verdes
y gatos solitarios bajo lluvia de constelaciones.
Rodales de amapolas en las mejillas,
ojos grandes, cabello largo,
languidez de trapo en ese gesto divertido
que vivía en una sombra muy cerca de otras orillas.
Daban ganas de abrazar la carne de sus huesos,
para fundir la nieve de mil millones de muertos
boca abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario