La puerta se mueve por mano invisible,
como los pies de la bailarina del cuadro.
Deja entrar ángulos de frente,
silban igual que una flecha con filo de diamante.
Ojalá fuesen gotas desmayadas en la tierra,
olor a lluvia,
al menos...
No quiero verlos,
voy al sombrero de los niños sabios, me han dicho que el árbol
crece en sus alas mucho tiempo,
que allí las velas hablan
con la gente de la casa grande.
La bailarina danza como un ángel, si acaso los ángeles danzaran,
en lugar de estar siempre callados.
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