Noche de ángulos azules o puramente nítidos,
callejón de gato máximo, gato incierto,
gato habitante bajo coches viejos,
olor a gasolina fantasmal y carretera;
en esa línea delgada sin espacio
ni dientes ni encías,
nace del instinto de lo débil,
llora como un niño
(para hacerse irresistible a la imaginación de la supervivencia,
eficaz impulso para los sentidos),
y marca con uñas blandas
-en la piedra sinestésica y ubicua-,
lo que estamos fuimos queremos ser
en otras vidas ahora. Está segura de ser un sueño,
casualidad improbable
en el talón de una estructura.
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