Cuando llamó a la puerta,
su cuerpo amaneció en mil pedazos,
despertando un eco de la historia,
rubia de cerveza y de soles
más extraños que un gesto pensamiento
diagonalmente gaseoso.
Abrió la perfección de la inocencia,
un asombro ante el sonido de la carne contra el aire sonó
a campana esférica de átomos...
Una, dos, tres veces se afirmó la ley universal de los metales
en la natural exaltada atracción de la materia,
porque no descansa nunca el corazón
de las cosas mínimas.