Tiene algo de serpiente
el centro de la noche más oscura.
Se enrosca, se aletarga,
eleva la cabeza amenazante, y el cielo cambia pieles
hasta hacer de sus huesos el hábito que unifica las separaciones.
Es abrazo de silencio espléndido y nítido cuando apoya
su miel en mi cabeza y sisea,
sisea llamando a las crines que galopan hacia el núcleo de todas las raíces.
Veloces caballos vienen,
iluminando estrellas vecinas a la espuma
de mi propia sangre.
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