Lámpara de madrugada,
mancha en el rostro de una mesa de patas de cangrejo,
no ladres la ausencia del gato oscuro:
es mi sombra antes de las voces,
el genio que sólo viene agitando un cuenco vacío,
única presencia en la boca del silencio.
Asumo tus horas ciegas ante un cigarrillo largo,
la desgana histriónica del final de la botella, el ruido
del primer llanto de un amanecer
hipócritamente nuevo,
incluso.
Pero no amenaces
con la ausencia del gato negro.
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