... se disuelve en notas de un gris cada vez más nube.
Me gusta si alcanza el ritmo de pluma en el aire,
porque entonces relata historias para escuchar con los ojos cerrados;
pídele que nombre pozos para hacer océanos
o que alumbre vida en seres inertes:
no le temblará la voz al describir una playa salvaje
protegiendo a la medusa de todos los náufragos.
Sus dedos tejen distancias numéricamente nulas
con 180 vuelos de cada uno de los trapecios
que hasta hoy han existido.
Cuando la tarde habla,
le agradezco esa transparencia de humedad libre.