-Al aire se le pudren las raíces del pecho...
explica en voz baja
la herida que adorna su costado izquierdo, de sangre cálido.
Brilla fósforo de huesos,
un dique rompe en su mitad más larga,
y sucede lo que se anunciaba
en periódicos y revistas con idiomas inservibles
la mañana en que la nieve
[ y palomas,
¡eran tan blancas...! ]
caía con gracia sobre la piedra del pueblo:
chop... plac... ... ...
¡bang!... llegó a sonar
cuando sólo quedaba un copo dentro de su jaula
de ruinas colectivas y perlas de plástico.
Renacimiento imposible.
Última criatura inocente.
2 comentarios:
Un final contundente sin voces legibles. Hay costillas de heridas permanentes y sonidos que retumban en la imaginación.
La tuya es desbordante querida... Buen comienzo
Gracias por dejar tu huella, Ana.
Y por tu apoyo siempre. Achuchones.
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