Con un orden caótico en las ramas secas
que le dan vida,
perfecto el círculo asumido por la tierra
para cerrarlo,
grande,
calcinando...
En su centro, un ramo de esquelas se duele
de no ser flor incandescente;
más livianos que libélulas,
los lutos quemados suben en vehículo de nubes
por la columna del medio,
profeta que revela el sueño de los justos.
Incendio de ojos abiertos.
Las lenguas anaranjadas leen las venas de la noche
y descifran visiones en la sangre del enigma.
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