"...Y me dirás: «Busca», inclinando la cabeza;
y dedicaremos nuestro tiempo a encontrar
ese animalito que viaja mucho."
(De Sueño para el invierno, Arthur Rimbaud)
Empleo al día algunas horas, querido espectro, en encontrar instantes que llenen los suelos de colillas, que pinten en las paredes mientras trepa hacia el techo el peso específico de lo elemental. No hacen falta alfombras voladoras y luces a medio gas, atmósferas transparentes de quebrada porcelana, gestos o posturas, nieve sobre el espejo, látex de amapola convertido en profeta... para estimular glándulas o, en su defecto, algún recuerdo no vivido. Basta una puerta entreabierta que nunca se cerró. Recuerdo haber manchado contigo tabiques con heces, dibujar con desechos de alimentos lenguas perfectamente reconocibles, infinito Rimbaud. Rito purificador que aprendimos de la Sabina. Et puis, les chats. El invierno era naranja, un micropunto en el centro de la palma de una mano. Y después, fumar...