¿Qué espectro cubrió su cuerpo para alejarlo de mi cabeza?
Ya no hay vueltas sobre una alfombra enemiga de mis noches, ya no se paran los relojes
en el instante de la asfixia, el lento crepitar de la hoguera no suena a duelo, la frente
se inunda de porcelanas y me insiste la esquina
para que conozca su ángulo entero.
Una gata mira en silencio
-deslumbrando a las aves de mi paraíso-
y deja su mano izquierda sobre la otra
cerrando los ojos
en armonía con el movimiento de un cenicero lleno
de colillas y de elipses.
2 comentarios:
Qué hermoso es observar al que observa...
Me parece que una observación sin más interés que comprender, es siempre de ida y vuelta, querida Ana.
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