Se deshacía la tarde en olores y rendijas
por las que entraban rayos mortecinos
de un sol recostado sobre las uvas que miraban los jilgueros
como si fueran esmeraldas suspendidas del lóbulo
de una reina despistada.
Un agujero en la nudosa madera hecha puerta
era la carroza de un trozo del día que moría,
era la consecuencia lógica de la inconsistencia de los credos,
una moneda estroboscópica perfilada en ámbar y arena
y marrones y tierras de todos los continentes
o, incluso,
delicia sin sentido para soportar el peso de otro anochecer.
La mirada que detiene el movimiento de las partículas de polvo
en el último rayo del fuego adormecido
es la que decide
qué es eléctrico y qué crucifixión.
2 comentarios:
Pasa el tiempo y a veces nos perdemos en las manecillas, y cuando logramos salir de ahí, intentamos regresar al pasado y vemos que el pasado ahora es mañana. Eso me ha pasado con tu poesía hace mucho que no me daba una vuelta por acá; increíble estás como el vino.
Pd: Necesito contactarte por una proposición poética. Si te interesa me escribes a mi mail:
bunker.maudit@gmail.com
Saludos.
Encantada de colaborar contigo, Bunker, ya lo sabes.
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