Como una marca para siempre, la ausencia se revela
en estandartes de colores desvaídos
sobre pieles enlutadas.
La ausencia, colorada de células malditas,
entrometidas burbujas sin nada dentro,
metástasis de la gloria inacabada que reposa
en el dintel de una diadema sobre cabeza de larga melena ingobernable...
La ausencia...
¿De qué están hechas sus agallas siempre alerta,
de dónde sale el sonido que no escucho
si no es entre los brazos del vacío?
Auténticamente, la ausencia se mece entre redes de un hilo de sangre
tejido en la profunda oscuridad
del tiempo de todos,
del tiempo de ninguno.
Crece en la noche [la falta de luz
es el alimento primigenio de los dioses no nacidos],
esconde el curso de los ríos entre las columnas
que sujetan la tierra a los universos,
infinitos por efímeros,
y no agradece los desvelos de las horas no dormidas pensando en ella.
Porque siempre vuelve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario