Una araña recorre la esquina,
a través del vaso parece más grande.
Es una cáscara que mueve ocho patas sin salirse del dibujo.
Anuda hebras de viento,
como si tejiera una tela concebida
por una conciencia que no admite disimulos
porque está más despierta de lo que parece.
El cristal rayado muestra ojos
de ángel y de lobo, todo se convierte en frontera,
el último límite de las decisiones.
Pero sigue el meandro creando dudas (...ahora va, ahora viene...)
y el ser es fiera mientras le crecen alas de suavísima pluma blanca.
No hay tregua hasta que por la ventana asomen las luces pardas
de un sol recién estrenado por voluntad del laberinto.
2 comentarios:
Cuando quitemos el vaso se hace pequeña, pero puede ser molesta y se pega si te la llevas por delante, como la nimia cosa vital se puede convertir en un gigante si la relativizamos. Los entresijos de cada circunstancia, depende de que con lentes las veamos. Un poema aumentativo y a la vez diminutivo, cada uno que lo vea como asi lo crea...pero el laberinto vital lleva demasiados meandros, y lo mejor para mi personalmente es dar pasos cortos y directos con la vista larga.
Me gustó el poema
Saludos!!
Sí, pasos cortos y directos con la vista larga, estoy de acuerdo contigo.
En esas horas nocturnas, no sé por qué todo alcanza dimensiones distintas, son muy buenas para pensar o para dejar de hacerlo y dejarse llevar por el silencio y lo que normalmente no somos capaces de ver.
Me gusta que te guste. Besos, doc.
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